Tus hijos no son tus hijos, son los hijos de la vida deseosa de sí misma…
Ya en el 1923, Khalil Gibran, lo dijo en “El profeta”:
“No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen” .
¿Te preguntaste, alguna vez frente al espejo y desnuda, el por qué de los hijos?
Son de esas preguntas que abren, entrando en la capa más profunda y honesta con vos misma:
¿Por qué quisiste o querés tener un hijo?
A veces la elección del traer un hijo al mundo no es del todo consciente y puede tener detrás algunas otras motivaciones…
¿Soledad? (“Si tuviera un hijo estaría siempre acompañada”).
¿Infelicidad, tristeza? (“Un niño va a traer felicidad y alegría a la casa, me va a llenar el corazón”).
¿Tener la experiencia? (“Ya estudié, trabajé, me casé, ahora me toca tener hijos”). ¿Necesidad de tapar? (Sí, los hijos ocupan el tiempo y desvían la mirada).
¿Necesidad de cuidar? ¿Necesidad de ser necesitada?
Y muchas más…
De los hijos sabemos muchas cosas, pero una por sobre todas: son un antes y un después.
Y cuando son, nuestra responsabilidad como adultos es estar para ellos.
Es por esta razón que podemos hacernos preguntas como:
¿Quiero verdaderamente ser mamá? ¿Estoy preparada para acompañar a otro ser desde su gestación, crianza, elecciones, a lo largo de su vida? ¿Puedo hacerme cargo con toda la responsabilidad que implica?
¿Podré acompañarlo por el/ella misma y no para mí misma?
¿Podré mirarlo con lo que es y trae más allá de mi misma y mi historia?
Khalil lo sabía, y en su alcance poético pudo plasmar con sintética pero concreta sabiduría uno de los actos más heroicos, y a su vez necesarios, del ser humano: crecer en el Amor verdadero .
Nuestros hijos nos traen esos vientos de cambio anunciándonos que para Amar hay también que aprender a soltar.
¿Te cuesta soltar a tus hijos? ¿Cómo te hace sentir?